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Escenario Parroquia de Nuestro Salvador

Alrededor de la mezquita mayor del Albaicín giraba la vida del barrio en época nazarí, agrupando los distintos oficios –tejedores, cerrajeros, tintoreros, torcedores de seda, alfareros..., así como las carnicerías y alhóndiga de la cal–. Prueba de su importancia es que tras ser consagrada al culto cristiano en 1499 por el cardenal Cisneros y convertida en parroquia de El Salvador, sería elevada a colegiata –trasladada ésta tras la expulsión de los jesuitas a la actual iglesia de los Santos Justo y Pastor–, con objeto de que el barrio contase con mayor número de ministros para la educación de los moriscos. Los cronistas describen el edificio musulmán como una obra suntuosa, grande y muy semejante a la mezquita mayor de la Medina, si bien más pequeña aunque de mayor belleza. Tan sólo ha llegado a nuestros días el patio o sahn, conocido por los cristianos como “Patio de los Naranjos”, que primitivamente contaba con siete arcos de herradura apuntados sobre columnas en los lados mayores y doble pórtico de cinco arcos en los menores, y pila de abluciones en el centro.   El primitivo edificio sirvió al culto hasta el último tercio del siglo XVI en que por su avanzado estado de ruina y reducidas dimensiones, fue demolido. Las obras del nuevo templo, trazado quizás por Juan de Maeda, se extendieron hasta los primeros decenios del Seiscientos, cuando quedaron interrumpidas con motivo de la crisis morisca. Por esta circunstancia aún se mantiene la sencilla portada lateral diseñada por Diego de Siloe, rematada con una imagen mariana, cuyo original en madera tallada por el burgalés se halla en la Catedral. La ampliación de la iglesia se inició por la capilla mayor, ochavada en altura por trompas de cantería, y cubierta con armadura; y se dispusieron a ambos lados capillas accesorias que debían comunicar con las naves laterales –nunca construidas–, y con la central, rematada por armadura de limas moamares. Estas carpinterías desaparecieron, como buena parte de su patrimonio mobiliar, tras el pavoroso incendio sufrido el 10 de marzo de 1936, y reemplazadas por frías imitaciones en hormigón. El retablo mayor –sustituido en tiempos por un tabernáculo– fue ejecutado en el último tercio del siglo XVII, luciendo imágenes talladas por Bernabé de Gaviria; existiendo otras obras de Alonso de Mena, José de Mora o Pedro de Moya, así como una pila de agua bendita de época nazarí. La maltrecha iglesia, que en su día recibiera el título de “Insigne”, así como cuantiosos bienes, luce hoy en la capilla mayor una imagen del Salvador –procedente de la basílica de Nª Sª de las Angustias–, de Pedro Duque Cornejo, así como un lienzo de la Santa Cena, debida a Pedro Atanasio Bocanegra, y dos retablos procedentes de la iglesia de Santa Escolástica.

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